
Hay un momento clave en cualquier congreso, foro o conversatorio: la sesión de preguntas y respuestas. Ese instante que promete diálogo y termina, en ocasiones, convertido en monólogo. El público levanta la mano, la atención se concentra y el micrófono cambia de manos. Con él cambia también la responsabilidad.
Una pregunta bien hecha puede ser un faro que ilumina. Permite profundizar, aterrizar conceptos y conectar la teoría con la práctica. En cambio, una intervención que se alarga, que presume trayectoria o que convierte la consulta en una vitrina personal provoca desgaste. La audiencia se cansa, el ritmo se desploma y la conversación pierde sentido. Puede incluso generar molestia: nadie viene a soportar un casting no solicitado, ni a ver a alguien robar el protagonismo del ponente. Nadie pagó un boleto para escuchar a la persona más parlanchina del público.
Por eso, resulta crucial recordar: Una participación no es la alfombra roja del ego, es una contribución inteligente y concreta al conocimiento que se está compartiendo.
Cuando eres ponente u orador
Tu tarea no es entrar en confrontación, sino mantener el tono, el orden y el propósito de la sesión. Se vale poner límites sin apagar la participación. Aquí algunas formas de manejarlo:
Si la pregunta inicia bien, pero termina en discurso
1. Agradecimiento y síntesis “Gracias por tu comentario. Si entiendo bien, lo que planteas es…” Al sintetizar, marcas cierre sin decir “ya cállate”.
2. Corte amable y directo “Permíteme detenerte aquí, para asegurar que alcancemos todas las preguntas pendientes.” El mensaje: el avance del evento se cuida, no el ego del orador aficionado.
3. Redirección al tema Si la intervención se aleja del contenido: “Tu punto es interesante, aunque se aleja un poco de lo que estamos abordando ahora. Sigamos con las preguntas del contenido central.”
4. Canal alterno para profundizar “Me encantará retomarlo contigo al final.” Eso evita el mal rato y mantiene la energía del grupo.
Tiempo, claridad y cortesía: el triángulo de oro para un cierre elegante.
Cuando eres moderador o maestro de ceremonias
Aquí toca equilibrar participación y ritmo con diplomacia. Tu rol es la brújula del evento.
Si la intervención ya rebasó lo razonable
1. Control del micrófono con cortesía visible Un paso hacia adelante, mano extendida hacia el micrófono, sonrisa: El lenguaje corporal hace el trabajo silencioso.
2. Autoridad institucional, no personal “Muchas gracias por tu aportación. Pasemos a la siguiente pregunta para escuchar más voces.” Proteges al evento, no atacas a la persona.
3. Síntesis ejecutiva como cierre “Lo que nos compartes apunta a… (frase breve). Seguimos.”
4. Límite de tiempo explícito “Recuerden que tenemos tiempo máximo de un minuto por pregunta.” El marco evita excesos antes de que aparezcan.
5. Reencauzar fuera del micrófono “Con todo gusto retomamos tu punto al terminar la sesión.” La audiencia respira aliviada.
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BONUS: si tú eres quien monopoliza el micrófono, esto es lo que debes saber
Sé que la mayoría de las veces no lo haces con mala intención. Levantas la mano, te emociona la sesión, quieres aportar tu experiencia… y de pronto tu “pregunta” se ha convertido en un monólogo que desgasta al ponente, al moderador y a la audiencia. Para evitar ser la persona que roba protagonismo y arruina la experiencia global del evento, considera estos consejos:
1. Respeta el tiempo asignado Antes de hablar, piensa en la brevedad. Una pregunta clara y directa siempre es más valiosa que una intervención extensa.
2. Concéntrate en aportar, no en impresionar Evita contar tu currículum, logros personales o proyectos propios que no estén directamente ligados al tema. El foco debe estar en el contenido de la charla y en la utilidad para todos los presentes.
3. Sintetiza tu intervención Si tu pregunta tiene varios puntos, prioriza uno o dos y deja los demás para conversar al final con el ponente. Menos es más.
4. Observa la reacción de la audiencia Si percibes cansancio, miradas al reloj o desconexión, es momento de cerrar tu intervención. No te das cuenta de que el público también forma parte del respeto al tiempo.
5. Usa los espacios posteriores para profundizar Si el tema es relevante, puedes acercarte al ponente después de la sesión. Ahí tu aporte tendrá toda la atención sin afectar a los demás participantes.
6. Pregunta con intención, no con ego Cada intervención debe sumar conocimiento o clarificar dudas. Evita convertirla en un escaparate personal.
7. Acepta los límites de forma positiva Si el moderador o ponente marca un límite de tiempo o redirige la participación, recíbelo con naturalidad y gratitud. No es censura; es respeto por el aprendizaje colectivo.
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Hablemos de esto: tu experiencia cuenta
¿Te ha pasado como ponente que la pregunta se volvió monólogo? ¿Has sido moderador y te tocó cortar con elegancia? ¿Cómo lo resolviste sin herir susceptibilidades? ¿Cómo te sentiste al ver a la audiencia desesperada?
Compartir estas anécdotas nos permite mejorar, aprender y asegurar que los eventos sigan siendo espacios de escucha, respeto y crecimiento.
Porque sí, todas las voces merecen ser parte del diálogo… aunque ninguna debería quedarse con el micrófono para siempre.





