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Terminaron ya las elecciones, el PREP finalizó,  y tenemos ya a los y las ganadoras del ejercicio democrático que vivimos los últimos meses y que concluyó  la noche del domingo 1 de julio.

Ese día, el país durmió con la noticia de tener un nuevo presidente, que emana de un  partido que se ha convertido, por sí solo y en coalición, en la primera fuerza política en este país, al tener mayoría en la cámara de Diputados y de Senadores.

¿Qué sigue entonces?

Atrás quedaron las campañas, al menos asi deberia ser.

Las y los “elegidos” deberán ser conscientes ahora, más que nunca, que serán objeto del escrutinio social y por ende, deberán ser más cuidadosos en su manera de comunicarse, de actuar, en lo público y en lo privado,  y generar así una  percepción positiva que incida en un buen arranque y reconstrucción que México necesita y requiere.

Menciono esto por los recientes sucesos en RRSS donde  hemos visto las reacciones al video de celebración de una senadora, o el tweet de un actor, ahora diputado, que en tono burlesco confrontó a quienes días atrás habían hecho mofa de él al haber usado, de forma incorrecta, una palabra.

Hablamos de dos temas entonces, la legitimidad, que no está en duda al haberse dado márgenes contundente en los ganadores de las elecciones,  y de la credibilidad, este activo que muchos y muchas virtuales funcionarios tendrán que construir, reforzar o mantener, según sea el caso.

No podemos olvidar que los ciudadanos sabemos que el político es creíble por el ejemplo y las acciones de este.

No sería mala idea entonces que aplicaran la frase que se dice, se mencionó en un ayuntamiento español, por uno de los concejales: “Juro ser el primero en el sacrificio y el último en el beneficio”

Y tener claro, quienes ostentarán el poder a nivel municipal, estatal y federal, que la vocación de servicio y  no el poder por tener, es lo que debe marcar las acciones y sobre todo la comunicación, y evitar en lo posible situaciones que desvirtúen y minen el camino hacia una democracia que tanto queremos y buscamos, sin menoscabo, claro está, de la libertad de expresión, fundamental en México.

La comunicación social de los funcionarios y los gobiernos en funciones no debe ser un universo incontrolable de percepciones, ya que lo que él y la ciudadana perciben es lo que genera  la imagen del gobierno  y por lo tanto, podría acarrear consecuencias políticas. La imagen es percepción y la credibilidad, la base de todo gobierno, esperemos entonces sea el pilar en la comunicación de las y los elegidos.

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