
El escenario de un evento no solo alberga a las y los participantes: alberga también el mensaje institucional, la narrativa simbólica y la percepción pública.
Y como en toda puesta en escena, lo que se ve —o se deja ver— comunica, respalda o contradice el mensaje de fondo.
A partir de estas imágenes de un evento masivo en espacio abierto, comparto un análisis desde mi punto de vista profesional, señalando lo que funciona, lo que pudiera mejorar y lo que muchas veces, aun con buena intención, se convierte en un distractor.

___ 🧱 Presídium y espacio: proporción, ubicación y visibilidad
✔️ Aciertos:
Dimensión del escenario: El tamaño del templete puede parecer excesivo si se observa únicamente por el número de personas sentadas. Sin embargo, su proporción responde adecuadamente a la escala del espacio público donde se realizó el evento, permitiendo una visibilidad clara desde el fondo, desde los costados y desde los planos altos usados en medios.
Altura y visibilidad: El presidio está correctamente elevado. Esto garantiza que las personas asistentes, incluso a la distancia, puedan ver con claridad a quienes intervienen.
Centrado escénico real: Aunque visualmente pueda parecer desplazado, el presídium está centrado correctamente respecto al ciclorama, lo que denota una lectura profesional del espacio métrico y de los ejes visuales.
⚠️ Áreas de mejora:
Vacíos escénicos: A pesar de estar bien dimensionado en lo funcional, hay zonas visibles sin ocupar en el templete que pueden proyectar la idea de desorganización o de falta de convocatoria.
Distancia con el público: El espacio físico entre el podio y la audiencia es amplio. Para reforzar la conexión oradora–público, habría sido útil acercar más el atril o incorporar una tarima frontal auxiliar.
___ 🧩 Uso estratégico de cicloramas y elementos visuales (capelo)
La colocación de un ciclorama o back lateral (a la derecha del orador) es un gran acierto: en tomas laterales o encuadres televisivos, este fondo evita la presencia de zonas vacías y sostiene la identidad visual del evento.


Además, se refuerzan los mensajes clave: el nombre del programa, los logotipos institucionales /gobierno. Es un recordatorio visual constante, tanto para asistentes como para quienes siguen el evento en transmisiones o medios.
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Un buen mensaje no solo debe decirse bien: debe verse bien.
Y eso requiere pensar el evento en capas: lo oral, lo visual y lo simbólico.
Cuando esos tres se alinean, el impacto es mucho más fuerte y duradero.
¿Te gustaría que este tipo de análisis se adapte a tu evento, organización o espacio institucional?
Con gusto lo conversamos.