Red flags (y señales de alerta) de alguien que dice saber de #ceremonial, #protocolo y #etiqueta

Vivimos en tiempos en los que muchas personas se presentan como especialistas sin serlo. En el mundo del ceremonial, el protocolo y la etiqueta esto no es la excepción. A menudo escucho afirmaciones, veo publicaciones o incluso cursos que, aunque vistosos y aparentemente “elegantes”, carecen de fundamento, contexto y, sobre todo, conocimiento profundo. Y como sucede en muchas disciplinas, no basta con saber “portarse bien” o tener “buen gusto”. Esto va mucho más allá.

Por eso, quiero compartir algunas red flags que deberían ponernos en alerta cuando alguien afirma dominar el tema del protocolo, pero en realidad está improvisando, copiando sin citar o simplemente repitiendo fórmulas sin comprenderlas.

1. Cree que protocolo es sinónimo de etiqueta

Una de las confusiones más frecuentes. La etiqueta tiene que ver con formas sociales, códigos de cortesía y normas de comportamiento. El protocolo, en cambio, está ligado a estructuras institucionales, normativas, jerarquías y organización del poder. No todo lo que es elegante es protocolario, ni todo lo protocolario tiene que ser ostentoso.

Si alguien habla solo de cómo poner una mesa o cómo saludar “correctamente”, pero nunca menciona el orden de precedencia, la simbología institucional, es probable que esté viendo solo la superficie.

2. Usa frases como “en protocolo, la mujer siempre va primero”

Esto más que una red flag es una sirena encendida. El protocolo no funciona con fórmulas románticas ni reglas basadas en galantería. Los criterios para organizar y ordenar personas en un acto oficial o institucional son jerárquicos, normativos y, en todo caso, jurídicos. Decir que “las damas primero” revela un enfoque anacrónico, más vinculado a la etiqueta social del siglo XIX que a una comprensión contemporánea del ceremonial.

Además, es un planteamiento sexista que ignora los avances hacia un protocolo incluyente, funcional y respetuoso de las identidades.

3. Habla de “reglas universales” sin contexto

En protocolo, casi nada es universal. Las reglas cambian dependiendo del país, del tipo de institución, del evento, del público y de los símbolos en juego. Lo que aplica en una ceremonia de toma de protesta en México, no es igual a lo que se hace en España, en una cumbre internacional o en un acto corporativo.

Si alguien asegura que hay una “única forma correcta” de hacer las cosas, sin tomar en cuenta el contexto institucional, legal o cultural, está dejando fuera el análisis más importante: la función del acto y la lógica de quien lo convoca.

4. No conoce los documentos normativos que regulan los actos oficiales

Otro foco rojo: si alguien dice saber de protocolo pero desconoce documentos como el Manual de Ceremonial de su país, los acuerdos del Diario Oficial, la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional (en el caso de México), o los manuales internos de su propia institución, entonces está opinando sin base legal.

En el mundo del protocolo no basta con la intuición o la experiencia empírica. Hace falta estudio, análisis y una revisión constante de las normas, porque incluso lo simbólico tiene un marco que lo regula.

5. Repite fórmulas estéticas sin entender el porqué

Las y los verdaderos especialistas no colocan una bandera solo porque “se ve bonita” ni diseñan un acto solo para que “luzca”. Cada elemento —desde el orden en el que entra una persona hasta el lugar donde se sienta— tiene una razón de ser: comunica jerarquía, intención institucional y mensaje.

Cuando alguien pone símbolos, o decide el orden de los discursos con base en “el que más habla”, se corre el riesgo de desdibujar el propósito del evento o, peor aún, generar fricciones innecesarias.

6. Se enfoca en los errores de forma, pero ignora el fondo

Sí, hay errores en las formas que pueden afectar la imagen institucional. Pero también hay errores de fondo que tienen mayor impacto: invitar a personas con precedencia mayor pero darles un lugar marginal, excluir a ciertos actores estratégicos, usar símbolos sin consentimiento o mezclar lenguajes institucionales sin claridad.

Quien realmente domina el protocolo entiende que no es solo “poner bonito un evento”, sino construir una narrativa de poder, legitimidad y representación a través de la puesta en escena.

7. No puede explicar por qué algo se hace de determinada manera

La prueba de fuego: si alguien no puede explicar de dónde viene una regla, en qué se sustenta o por qué se aplica en ese acto específico, entonces probablemente solo está repitiendo.

El protocolo, bien entendido, no es un conjunto de reglas para memorizar, sino un campo de conocimiento estratégico que se estudia, se reflexiona y se adapta.


Entonces, ¿cómo distinguir a alguien verdaderamente capacitado?

Busca que tenga formación, sí, pero también criterio. Que entienda las dimensiones simbólicas, legales, comunicativas y políticas del protocolo. Que pueda diseñar actos desde la función, no solo desde la forma. Que trabaje con perspectiva institucional, pero también con visión contemporánea. Y que sepa cuándo una regla se respeta, cuándo se adapta y cuándo conviene romperla para lograr un mayor impacto.

Porque el protocolo no es solo forma, es fondo con intención estratégica. Y saber usarlo no solo embellece un acto, sino que puede fortalecer la imagen, el mensaje y la legitimidad de una organización.


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