Ante una dinámica social muy diferente, inmersos en una impresionante red de conexiones digitales y virtuales, es preciso decir que estamos ante una nueva forma de ver y entender el papel del protocolo, el ceremonial y la etiqueta, que en lo positivo, visualiza el trabajo de profesionales que llevan años haciendo lo preciso para coadyuvar en la creación de una imagen y percepción, mejorando la difusión de los actos y actividades de los entes públicos y privados y ayudando, para un lado o para el otro, del posicionamiento de los mensajes clave, ya sea a través de la comunicación, de los eventos, de los hechos, etc.
Claro, llegar a esta claridad implica un alto nivel de profesionalización / formación, pero, sobre todo, requiere en los responsables de protocolo grandes dosis de empatía y sentido común, dos cosas que, si bien podemos ir desarrollando desde la formación académica, depende más de la práctica y ejercicio constante y cotidiano, irlas desarrollando y fortaleciendo.
En el ámbito de los eventos, somos testigos de grandes ejercicios ciudadanos de percepción y hasta de “escarmiento”, en donde debido, en algunas ocasiones, a una mala planeación y ejecución de lo fundamental (que es comunicar de forma clara y precisa), todo pasa a segundo término y es cuando leemos o escuchamos la “temida” sentencia: “Rompió el protocolo” o “Se saltó el protocolo”, (quizás en los próximos juegos olímpicos ya sea una disciplina oficial de “tantos saltos”) y es que es más fácil atribuirle un sentido negativo y no realista al hecho, por ejemplo, cuando un funcionario o un directivo o personaje, “adapta” el discurso y lo adecua en torno a circunstancias que se han presentado recientemente o lo hace más breve, o simplemente, decide no saludar … otra vez, a los presentes en el pódium (ahorrándole así a la audiencia 3 minutos de volver a oír nombres y puestos) o bien, cuando por cortesía, al caminar, decide dar paso a una persona por delante de él, sin más explicación que un simple gesto de atención y empatía hacia esa persona.
Estamos saturados e inundados de imágenes – capturas de pantalla, o de videos, o mejor dicho, fragmentos del mismo, y a partir de ellos queremos crear “historias” o llenar huecos con nuestras interpretaciones, dejando de lado el bendito contexto, que para cuestiones mediáticas, suele ser lo menos relevante, pues es probable que a partir del mismo (contexto) podamos entender por qué en una visita de estado se usó una mesa imperial larguisimaaaaa y no una más pequeña, como a la que estamos habituados a encontrar en montajes similares.
Y ojo, que es aquí cuando desde el buen uso correcto, preciso y estratégico del protocolo como una “poderosa herramienta de comunicación”, en conjunto con el ceremonial, la etiqueta y otras herramientas y estrategias, nos ayudará, a partir de los objetivos y del “propósito” del evento o acto, a prevenir, anticipar y hasta corregir lecturas erróneas o confusas en aquellos públicos, nuestros públicos, que de forma presencial o a la distancia, de forma activa o pasiva, tendrán contacto con lo que estamos realizando, para que el mensaje sea, primero, transmitido de la forma en que fue pensado, usando los sentidos sí, pero también apoyándonos del uso de elementos accesorios, desde el diseño de un templete, los invitados en presídium o la mesa, el orden de las palabras, los mensajes dados y por supuesto, la forma en que se acomodan en un escenario los protagonistas y segundo, incidiendo en la manera en que este (mensaje) será percibido en sitio y también a la distancia. Si, todo un gran reto, pues si bien debemos cuidar a nuestros titulares, el protocolo es también el juego del respeto y de la cortesía, y, por lo tanto, cuidar que también los invitados o participantes de honor o relevancia jueguen y tengan una presencia cuidada y organizada, es básico si o sí.
No podemos olvidar que cada quien en su región, ámbito y contexto, cada día convivimos y estamos inmersos en una serie de ritos, costumbres y tradiciones y también de particularidades sociales, políticas y económicas, que hacen complejo el accionar de los equipos de protocolo, de comunicación o de relaciones públicas (que ese es otro tema) y, por lo tanto, tenemos que adecuarnos a las demandas actuales de la sociedad, pero sin perder de vista que tanto el ceremonial, la etiqueta y el mismo protocolo no son modas, ni tendencias, ni mucho menos chispazos u ocurrencias. Que su uso y aplicación obedece a un bien común y estratégico y claro, se agradecerá siempre tener presente que la flexibilidad, la adaptabilidad y la empatía son necesarias cuando de actos humanos hablamos. Y el protocolo… lo es.